La materia se corresponde con la historia de las artes visuales de la Edad Media, sin embargo su delimitación temporal no responde a criterios cronológicos tradicionales atados a la historia acontecimental sino temáticos. De allí que tomamos como inicio el comienzo del siglo III donde convive la cultura greco-romana, pagana, con las primeras manifestaciones del denominado arte cristiano y como término el siglo XIV cuando las postrimerías del Medioevo se imbrican con los inicios del Humanismo.

La especificidad del arte medieval se inscribe en los universos culturales de las religiones del Libro: el universo cultural judío, el universo cultural cristiano y el universo cultural islámico. Más allá de sus particularidades y de sus distintas etapas de crecimiento, de expansión o de retracción, estos tres universos manifiestan confluencias que dan como resultado diversas síntesis. Centrándonos en el occidente latino, abordaremos las fecundas  interrelaciones que  entablan estos mundos (de Libera, 2000).

La imagen medieval está en relación con un corpus textual que remite a fuentes bíblicas tanto ortodoxas como apócrifas, comentarios de los Padres, textos filosófico-teológicos, literarios, científicos, pero no se constriñe en una rígida relación texto-imagen puesto que su eficacidad no se debe a una traslación de lo legible. En efecto, en la imagen se entrecruzan saberes transmitidos con mayor o menor grado de fidelidad, y no-saberes que trastocan lo conocido o producen nuevos discursos.   

Hace ya varias décadas, Francastel, al cuestionar el concepto de certeza y postular la pluralidad de sentidos superó la postura heurística panofskyana y abrió un camino  en el estudio de las expresiones artísticas. Las corrientes teóricas actuales se sustentan en dos ejes: el reconocimiento creciente del rol que juegan los objetos visuales en la cultura del Medioevo y la funcionalidad de los mismos.  La imagen es un “objeto” inserto en un lugar, que tiene determinados usos y cumple ciertas funciones. Una imagen-objeto entendida en su materialidad pero también en su potencialidad en cuanto está vinculada a valores económicos, simbólicos, estéticos (Baschet y Schmitt 1996/Didi-Hubermann 1994 y 2011, Belting, 2009).

Apoyándonos en estos postulados proponemos un abordaje a las expresiones artísticas medievales no oclusivo, que dé cuenta de esta pluralidad, de esta “constelación de sentidos”.